Robert Prevost (Chicago, 1955) ha sido elegido nuevo Papa, cargo que ejercerá con el nombre de León XIV. Estadounidense de nacimiento y nacionalizado peruano, es un perfil que escapa a los moldes tradicionales.
Robert Prevost (Chicago, 1955) ha sido elegido nuevo Papa, cargo que ejercerá con el nombre de León XIV. Estadounidense de nacimiento y nacionalizado peruano, es un perfil que escapa a los moldes tradicionales. Su figura condensa dos mundos en tensión y diálogo: el orden operativo del norte y la cercanía pastoral del sur. Con esta elección, el colegio cardenalicio apuesta por una continuidad reformista, pero con otros acentos.
Su experiencia en Perú es el punto de apoyo desde el que se proyecta como un Papa capaz de tender puentes. Pasó casi cuatro décadas en ese país —sobre todo como obispo de Chiclayo— donde combinó la formación de comunidades con trabajo en zonas empobrecidas, lo que lo conecta con las prioridades de Francisco: descentralizar la Iglesia y acercarla a las periferias. En la Conferencia Episcopal Peruana demostró que sabe construir consensos sin renunciar a la firmeza doctrinal.
Desde 2023 lideraba el Dicasterio para los Obispos, una de las oficinas más estratégicas del Vaticano. Allí consolidó una red de nombramientos episcopales con sensibilidad social, apertura pastoral y vocación participativa. Su paso previo por la Curia General agustina le enseñó a gestionar tensiones globales en una orden presente en medio centenar de países. Esa combinación de gobierno y visión de conjunto será clave ante los desafíos actuales.
Sin embargo, no todo ha sido respaldo. Desde que su nombre empezó a sonar como papable, se activó una campaña de descrédito desde los sectores más conservadores. Se le acusó falsamente de encubrimiento en casos de abusos, una estrategia recurrente para frenar a quienes encarnan cambios profundos.
El reto ahora es doble: traducir su solvencia administrativa en liderazgo espiritual y no dejarse atrapar por las rutinas burocráticas del Vaticano. De prefecto a pontífice, de gestor a referente, Prevost carga con la tarea de mantener el impulso renovador que Francisco puso en marcha. La idea de una Iglesia más dialogante y corresponsable ya no es solo una aspiración; es una urgencia histórica. ¿Estará a la altura del momento?
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