• Sociedad Las noches en vilo de la restauración grancanaria

      

    10/07/2025 | 19:00   |   Redacción 

    Las noches en vilo de la restauración grancanaria

    José Miguel Sánchez: “Cerrar una terraza a las diez de la noche en Las Palmas de Gran Canaria no tiene sentido alguno”.


    Por Redacción | Radio Las Palmas

    Una nueva asociación que agrupa a más de cien restaurantes en Gran Canaria clama por diálogo ante la imposición de horarios restrictivos en calles emblemáticas como Joaquín Costa. El conflicto revive el eterno equilibrio entre ocio y descanso, pero con un sector al límite. La voz del sector fue escuchada en el programa La Otra Mañana, dirigido por Dulce María Facundo en Radio Las Palmas, donde el presidente de la asociación compartió su preocupación en una entrevista en directo.

    A las diez de la noche, cuando todavía hay quien se seca la sal en la piel tras un baño tardío en Las Canteras, las terrazas en la calle Joaquín Costa deberían estar ya recogiendo mesas. Así lo dictamina una notificación reciente del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. Y así lo rechaza con firmeza el recién constituido colectivo ARES (Asociación de Restauración de Gran Canaria), presidido por José Miguel Sánchez.

    “Cerrar una terraza a las diez de la noche en Las Palmas no tiene sentido alguno”, declara con serenidad y convicción. “Aquí hasta las ocho hay gente en la playa, ¿cómo van a llegar a cenar? ¿Qué horario queda entonces para disfrutar de nuestras calles?”

    La controversia, como tantas veces, gira en torno al ruido y la convivencia. El expediente, reactivado tras ser tumbado por un juzgado en 2022 por defectos de forma, vuelve a poner en jaque a once restaurantes de la zona. Esta vez, con un plazo de alegaciones que no ha venido acompañado de diálogo. “Durante tres meses hemos pedido al Ayuntamiento que nos escuche, y no ha habido ni una reunión”, lamenta Sánchez.

    Más allá del ruido: un sector en jaque

    Pero el conflicto trasciende el simple cruce de horarios. Lo que está en juego es el modo de vida de decenas de pequeños empresarios y sus plantillas. Muchos de los restaurantes afectados apenas tienen cinco o seis mesas interiores. El grueso de su facturación, sobre todo en los meses cálidos, depende del exterior. “La mayoría de estos locales son autoempleo, donde el dueño atiende personalmente a los clientes. Esto no es un negocio millonario, es supervivencia”, explica el presidente de ARES.

    La asociación, nacida en abril de este año, reúne ya más de 120 establecimientos repartidos por casi todos los municipios de la isla, aunque con especial presencia en la capital. Su creación responde a una necesidad evidente: dar voz organizada a un sector con múltiples frentes abiertos, desde la precariedad laboral hasta la desconexión con las políticas municipales.

    El caso de la calle Joaquín Costa, no obstante, es paradigmático. “Estamos hablando de calles que ya de por sí superan los niveles permitidos de decibelios por su ubicación estratégica entre zonas comerciales. Atacar solo a las terrazas es injusto, porque quizá agravan, pero no son el origen del problema”, insiste Sánchez.

    Entre la vida y el descanso

    Los restauradores no niegan el derecho al descanso vecinal. Al contrario. “Lo principal es el sosiego de los vecinos, eso está claro”, reconoce. Pero pide proporcionalidad y rigor. “De aquella asociación de vecinos que denunció el ruido en 2022, hoy solo quedan cinco miembros. Y ninguno de los restaurantes afectados tiene sanciones activas en este momento.”

    Más que un enfrentamiento, la asociación defiende una mesa de trabajo común donde se analicen los verdaderos focos de conflicto y se planteen soluciones compartidas. “Esto no es solo restauración, es ciudad. Si las terrazas desaparecen, las calles se apagan. Baja la vigilancia, se deteriora el entorno y perdemos todos”, reflexiona.

    La restauración en Gran Canaria ha mutado. El llamado “tardeo” —salir antes, compartir sin excesos— ha desplazado al ocio nocturno de antaño. El sector ha apostado por experiencias más gastronómicas, más familiares, más conscientes. “Cada vez se consume menos alcohol, se busca otra cosa. Celebrar un cumpleaños, reencontrarse con amigos, cenar bien. Eso no hace daño a nadie”, explica Sánchez.

    Una oportunidad para repensar la ciudad

    La restauración no es un lujo. Es tejido social, económico y cultural. Aporta empleo, dinamiza barrios y proyecta la identidad de una ciudad. Negarse al diálogo con un sector dispuesto a ceder, negociar y mejorar su entorno solo deja una vía: el desgaste. “Estamos aquí para tender puentes. Lo triste es que aún no se han cruzado”, lamenta el portavoz.

    Gran Canaria se promociona como destino gastronómico en ferias internacionales, pero en su capital algunos restauradores ven cerrarse la puerta a las diez de la noche. La contradicción, más allá del reloj, exige respuestas y voluntad política. Porque si el futuro de la ciudad se cocina a fuego lento, sería una lástima dejarlo enfriar por no querer sentarse a la mesa.

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