Entró armado al centro educativo, Robb Elementary en Newtown (Connecticut), con pistola y fusil.
Otra jornada de tiroteo en el país del luto armado. Esta vez ocurrió en Uvalde, en Texas. Un joven pistolero blanco que cumplía 18 años, entró armado con pistola y fusil en la escuela de primaria Robb Elementary.
Vestido con chaleco antibalas, el joven empotró el coche en la valla de la escuela y logró entrar y empezó a abrir fuego al personal y a los alumnos.
Dejó al menos 21 muertos, de los que 19 eran niños de siete y ocho años, y, dos profesores, antes de que perdiera la vida en un enfrentamiento con la policía.
Al conocerse los hechos se produjo una sensación de vuelta al pasado. De inmediato se despertó el fantasma de la matanza de la escuela Sandy Hook, en Newtown (Connecticut), donde en diciembre hará diez años hubo 28 muertos, de los que veinte fueron niños, la mayoría de siete años.
El pistolero, identificado como Salvador Ramos, exestudiante del colegio y que cursaba el bachillerato en un centro cercano, llegó a centro educativo después de haber disparado a su abuela, que fue trasladada en helicóptero a un hospital de San Antonio en estado muy grave.
Ramos había asegurado en las redes sociales que el ataque podía producirse y avisó de que "los niños deberían tener cuidado".
En una comparecencia desde la Casa Blanca, recién llegado de Japón, el presidente Joe Biden urgió al Congreso a que ponga fin a estas "matanzas". "Como nación nos hemos de preguntar, ¿cuándo vamos a plantar cara al lobby del rifle? Es hora de convertir este dolor en acción", insistió.
Esta nuea tragedia se produce solo unos días después de que otro pistolero causara la muerte de diez personas en un supermercado de Búfalo (en el estado de Nueva York), centro comercial al que acudió con la intención de matar al mayor número posible de personas negras.
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