El escritor repasa en El Rincón del Arte su trayectoria, la recuperación de autores olvidados y la memoria cultural de Canarias
Por Redacción | RADIO LAS PALMAS
En una amplia entrevista en El Rincón del Arte, programa de Radio Las Palmas dirigido por Rogelio García, Javier Cabrera Cabrera repasó su vida y obra literaria. La conversación, en la que también participaron Dulce María Facundo y Clodobaldo González, se convirtió en un recorrido por la poesía, la recuperación de voces olvidadas y la situación cultural del archipiélago.
De izquierda a derecha: Rogelio García, Javier Cabrera, Dulce María Facundo y Clodobaldo González.
Inicios poéticos
¿Cómo descubriste tu vocación literaria?
Desde joven sentí la llamada de la poesía. Con apenas 18 años participé en el grupo de teatro Divicena en Gáldar y en 1973 escribí unos versos para un homenaje a Pablo Neruda. Creía, con la ingenuidad de esa edad, que los poemas podían enamorar a las muchachas, aunque confieso que no tuve suerte en ese sentido. Aun así, entendí que la escritura me acompañaría siempre. Para mí, la poesía era una forma de estar en el mundo y un modo de observar la realidad con sensibilidad distinta.
¿Qué papel jugó Gáldar en tu formación?
Aunque no nací allí, me mudé con ocho años y Gáldar marcó mi vida cultural y personal. Mi familia materna procede de ese municipio y allí crecí rodeado de un ambiente artístico que me conectó con el teatro y con la escritura. Integrarme en su vida juvenil y cultural me dio una identidad y un sentido de pertenencia que aún conservo. Esa raíz galdense me hizo mirar la cultura desde un punto colectivo, como parte de una comunidad que necesita conservar su memoria.
¿Qué significó para ti el Premio Tomás Morales en 1985?
Aquel reconocimiento fue un punto de inflexión porque me permitió publicar mi primer libro, 'Islas' para este archipiélago. No publiqué hasta ganar un premio porque me parecía necesario que alguien externo validara mi trabajo. Tenía 32 años y sentí que entraba en el pequeño “Parnaso” de la literatura canaria. Ese libro fue un homenaje a poetas y amigos fallecidos, un «libro canario de los muertos», como lo llamé. El galardón me dio visibilidad, pero también me reafirmó en la idea de que escribir y publicar son procesos distintos.
Rescatar voces
Has dedicado esfuerzos a recuperar a José María García. ¿Qué encontraste en su obra?
La obra de José María García permaneció 25 años inédita en una gaveta, custodiada por su viuda. Sabíamos que existía ese material, con prólogos e ilustraciones de grandes artistas como Manolo Ruiz o Tony Gallardo, pero nunca había salido a la luz. Cuando se alinearon los astros, aprovechamos la retrospectiva de Carmen Llopis y logramos publicarlo. Fue un acto de justicia cultural porque su poesía era poderosa y merecía conocerse. La publicación nos permitió mostrarlo en el CCICA y en otros foros, donde su voz pudo resonar al fin.
¿Qué importancia tiene Carlos Ramos en tu trayectoria como editor?
Carlos Ramos fue un joven poeta con un talento deslumbrante que murió con apenas 22 años. Junto a otros compañeros decidimos rescatar su obra, inédita en un 90 %. Hemos publicado cuatro tomos de su poesía y un quinto de miscelánea, con relatos y ensayos. Su risa era contagiosa, pero detrás había un sufrimiento profundo. Recuperar su obra es mantener vivo su legado y demostrar que su talento pertenece al presente. Hoy incluso doctorandos universitarios investigan su producción, lo que confirma que no nos equivocamos al rescatarlo.
¿Qué aprendizajes has tenido al rescatar autores olvidados?
He comprendido que la memoria cultural es frágil y necesita guardianes. Muchos de nuestros escritores y artistas no tuvieron la suerte de ser reconocidos en vida, o fueron silenciados por motivos políticos, económicos o simplemente por desinterés. Recuperarlos no solo es un acto de justicia con ellos, también lo es con nuestra sociedad, que gana referentes y raíces. Siento orgullo de haber participado en estas labores colectivas, siempre acompañado por amigos y colegas que comparten la misma pasión por salvar voces del olvido.
Artes y memoria
Has trabajado con escultores como Félix Reyes. ¿Por qué su obra es tan significativa?
Félix Reyes es un escultor magnífico, pero poco conocido en Canarias porque desarrolló su carrera en la península y nunca se preocupó de “venderse” aquí. En 2008 presentó su proyecto Solidaridad en el CCICA, hoy en manos del Cabildo, y desde entonces hemos intentado dar mayor difusión a su obra. Su trayectoria muestra la dificultad de muchos artistas isleños para tener presencia en su propia tierra. Con Félix entendí que también en las artes plásticas necesitamos rescatar y valorar el trabajo de quienes han sido invisibilizados.
¿Y qué ocurre con Juan Bordes, autor de obras emblemáticas en la ciudad?
Juan Bordes tiene la fortuna de que su obra esté integrada en espacios tan simbólicos como el Auditorio Alfredo Kraus o la playa de Las Canteras. Sus esculturas forman parte de la vida urbana y del paisaje ciudadano. Sin embargo, también él es un ejemplo de cómo Canarias no siempre reconoce a tiempo a sus creadores. Ha tenido mayor proyección fuera que dentro, lo cual es una paradoja dolorosa. Su talento es indiscutible y deberíamos sentir orgullo de contar con un escultor de su talla.
¿Qué papel juegan las iniciativas privadas frente al apoyo institucional?
En muchos casos, los proyectos que han permitido rescatar o difundir obra cultural han venido de iniciativas privadas, incluso de empresarios extranjeros que se enamoraron de la cultura canaria. Eso contrasta con la falta de compromiso de nuestras instituciones, que a menudo llegan tarde o simplemente no llegan. España es un país lleno de artistas, pero donde menos se protege la cultura. Por eso son valiosas las fundaciones o revistas impulsadas por particulares que han permitido conservar y divulgar parte de nuestro patrimonio artístico.
Viajes e influencias
¿Qué te aportaron tus viajes a América Latina?
Mis viajes nunca fueron turísticos, siempre estuvieron ligados a encuentros culturales e investigación. En Cuba, por ejemplo, encontré la inspiración para escribir 'Huracán la luz'. Suite cubana. Allí descubrí la importancia de la presencia canaria en la cultura cubana, tanto en la literatura como en la música. También investigué a poetas emigrados y a cubanos de ascendencia canaria. Esa experiencia me abrió a nuevas formas de escritura, más luminosas y llenas de color. América Latina me enseñó que la poesía es mestizaje y diálogo constante.
Has investigado la relación de poetas canarios con figuras españolas del siglo XX. ¿Qué hallaste?
Me sorprendió comprobar la cantidad de poemas que escritores isleños dedicaron a Lorca, Machado, Miguel Hernández y Juan Ramón Jiménez. Descubrí homenajes que reflejaban no solo admiración, sino también protesta, rabia y dolor. Juan Ramón, en particular, tuvo un vínculo muy estrecho con Canarias, colaborando con revistas y jóvenes autores. Esa investigación me permitió ver cómo nuestros poetas se posicionaban ante los acontecimientos históricos, y cómo encontraban en esos homenajes un modo de expresar su compromiso social y su sensibilidad artística.
¿Por qué insistes en que la poesía y el humor deben ir de la mano?
Porque la vida está llena de momentos buenos y malos, y el humor es un salvavidas imprescindible. Uno debe aprender a reírse de su propia sombra para no quedar aplastado por ella. La poesía no es un ejercicio solemne y distante, es también un modo de jugar, de ironizar y de encontrar luz incluso en la tragedia. Si algo me ha enseñado el paso de los años es que sin humor no hay resistencia posible y sin poesía no hay memoria duradera.
Tras la entrevista, el equipo de El Rincón del Arte prolonga la charla compartiendo anécdotas y reflexiones sobre cultura y arte.
La conversación con Javier Cabrera Cabrera demuestra que su papel trasciende el de escritor. Es un investigador incansable, un editor comprometido y un defensor de la memoria cultural de Canarias. Desde su juventud poética en Gáldar hasta la recuperación de autores olvidados, pasando por la difusión de escultores y la investigación sobre vínculos literarios, Cabrera ha tejido una obra vital para la cultura isleña. Con su mezcla de humor, rigor y pasión, recuerda que la vida es, efectivamente, una acumulación de momentos, y que la memoria cultural solo se salva si alguien la protege.
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