• Cultura Eduardo Reguera: «Me despidieron de mi trabajo regalándome un bolígrafo de oro»

      

    31/10/2025 | 11:37   |   Redacción 

    Eduardo Reguera: «Me despidieron de mi trabajo regalándome un bolígrafo de oro»

    El escritor y editor canario convirtió una despedida laboral en el inicio de una vida dedicada a rescatar las pequeñas grandes historias que esconden las calles de Las Palmas de Gran Canaria.


    Por Redacción | RADIO LAS PALMAS

    En el programa Buenos Días a las 8 de Radio Las Palmas, dirigido por Dulce María Facundo, la periodista Marisol Ayala conversó con Eduardo Reguera, autor de una obra singular dedicada a la memoria urbana y a los relatos invisibles de la ciudad. Diseñador gráfico de formación y creador de Retrografías Ediciones, ha publicado diez libros que reconstruyen la vida cotidiana de los siglos XIX y XX. Su hallazgo fortuito de una caja con documentos antiguos marcó el comienzo de una nueva etapa en la que la escritura se convirtió en su modo de vida.


    Una mirada distinta

    Tu libro “Guía de una ciudad invisible” propone redescubrir Las Palmas de Gran Canaria. ¿Qué buscabas con esa obra?

    Quise ofrecer un paseo por el pasado de la ciudad, un recorrido de tres kilómetros entre Vegueta y Triana que invita a mirar las calles con otros ojos. Las Palmas tiene muchas capas superpuestas que el tiempo ha ido ocultando y merece ser observada con calma. Es una forma de reconciliarse con la ciudad y entender que cada piedra o fachada encierra una historia. Mi intención era que el lector aprendiera algo y, al mismo tiempo, se emocionara al reconocer su propio entorno.

    No eres historiador ni periodista, pero escribes con mirada investigadora. ¿Cómo empezó tu interés por la historia local?

    Nació de la curiosidad. Desde joven me atraían los objetos antiguos y los papeles olvidados que conservaban fragmentos de vidas anónimas. Con los años desarrollé un instinto para encontrar historias escondidas en esos documentos. No me interesa hacer historia académica, sino conocer mi ciudad a través de lo que la gente vivió. Cada cuaderno, cada recibo o carta cuenta más de lo que parece y tiene una voz propia.


    El hallazgo de una vida

    Encontraste una caja de madera junto a la basura y de ahí surgió “El secreter de una dama de Vegueta”. ¿Qué contenía?

    Dentro había miles de papeles, cartas y apuntes que pertenecieron a una mujer llamada Ángela Bethencourt Montesdeoca, nacida a mediados del siglo XIX. Era una viuda con carácter que trató de mantener su posición social pese a las dificultades económicas. Me cautivó su historia porque mostraba la fuerza y las contradicciones de una mujer real. Aquella caja era su archivo personal y transformarla en libro fue mi forma de devolverle su sitio en la historia.

    La historia de esta dama se cruzó con la de otro de tus libros, “El comerciante de ultramar”. ¿Cómo descubriste esa conexión?

    Fue un hallazgo inesperado. Al revisar los papeles de Ángela encontré referencias a otra familia y comprobé que la esposa del comerciante Roque Hidalgo López, protagonista de mi anterior obra, era amiga suya. Ambas vivieron en el mismo tiempo y compartían entorno social. Es fascinante que dos historias separadas más de un siglo se reencontraran gracias al azar. Esa coincidencia demuestra cómo la memoria busca siempre un modo de sobrevivir.


    Una nueva etapa

    Tu vida dio un giro en 2021 cuando te quedaste sin trabajo. ¿Cómo afrontaste ese cambio?

    Después de casi veinte años en una oficina, el cierre de mi departamento me obligó a reinventarme. Ya llevaba tiempo escribiendo, pero sin poder dedicarme por completo. De repente tuve la libertad y también la necesidad de hacerlo. Me despidieron regalándome un bolígrafo de oro, un detalle que interpreté como una señal. A partir de entonces decidí escribir a tiempo completo y hoy puedo decir que vivo de mis libros, algo que nunca imaginé posible.

    Creaste tu propia editorial, Retrografías Ediciones. ¿Qué te llevó a dar ese paso?

    Tenía la formación y las herramientas necesarias. Soy diseñador gráfico y he trabajado muchos años en el mundo editorial, así que podía hacerlo por mi cuenta. Quería que mis libros reflejaran mi criterio estético y narrativo, sin depender de nadie. En ellos incorporo planos, tipografías o detalles visuales que acompañan el texto. Crear mi sello fue la manera de unir oficio y vocación, manteniendo la libertad sobre cada proyecto.


    Las pequeñas grandes historias

    Has publicado varios volúmenes de “Anuncios por palabras”. ¿Por qué decidiste rescatar ese material de la prensa antigua?

    Mientras consultaba periódicos del siglo XIX y XX me llamaban la atención los anuncios clasificados. Reflejaban la vida de la ciudad con una naturalidad que ningún historiador podría reproducir. Recopilé más de dos mil anuncios que muestran cómo llegaban las bicicletas, la electricidad o los primeros automóviles. En ellos se reconoce una sociedad en transformación, con sus miedos, sus deseos y sus hábitos cotidianos. Son un testimonio espontáneo de cómo fuimos.

    ¿Qué descubriste al analizarlos con detenimiento?

    Que los anuncios son una forma de literatura involuntaria. Hablan de objetos perdidos, de inventos nuevos, de modas pasajeras. También revelan la llegada de los fotógrafos y el impacto de la Primera Guerra Mundial en los comercios. Cada pequeño texto es un retrato social. Me gusta pensar que esos avisos anónimos son la voz más pura de una época, porque nadie los escribió pensando en la posteridad.


    La ciudad y su memoria

    Marisol Ayala planteó durante la entrevista que hay capítulos recientes de Las Palmas de Gran Canaria aún sin contar, como los años del sida y la heroína. ¿Compartes esa visión?

    Sí, la comparto plenamente. Cada ciudad tiene historias pendientes que reclaman ser contadas. En los años setenta y ochenta hubo dolor, silencio y una pérdida colectiva que aún pesa. Esas vidas merecen aparecer en los libros tanto como las del siglo XIX. La memoria no distingue entre épocas, y el periodismo y la literatura deben colaborar para rescatarla. Solo cuando comprendemos el pasado entendemos quiénes somos.

    Tu obra parece moverse entre la historia, la literatura y el periodismo. ¿Dónde te sientes más cómodo?

    En el punto intermedio. No soy historiador ni periodista, pero tomo lo mejor de ambos. Investigo con rigor y escribo con libertad. Me interesa más la emoción que el dato, aunque sin renunciar a la verdad documental. Mis libros son el fruto de esa búsqueda personal por entender la ciudad donde vivo. Al final lo importante no es el género, sino la mirada con que se observa la realidad.


    Eduardo Reguera se ha consolidado como uno de los cronistas más singulares de la memoria urbana canaria. Con paciencia y sensibilidad rescata historias que otros habrían considerado insignificantes. Cada libro suyo es una puerta al pasado y una invitación a mirar Las Palmas de Gran Canaria con atención. Su trayectoria demuestra que una vida puede reinventarse desde la curiosidad y el amor por la ciudad. En sus palabras, «cada objeto, cada anuncio y cada papel viejo es una puerta abierta a lo que fuimos».

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