¿Por qué no se habla con contundencia de lo irracional que es carecer, como sociedad, de la posibilidad de tener una “Mama” por Papa?
“Habemus Papam”, tenemos debate. De inmediato, ríos de tinta sobre la idoneidad o no del elegido por el Cónclave. Una reunión de señores para elegir a un señor. Tras la “fumata blanca”, no creo que sean señores los que limpien las cenizas. En la Plaza de San Pedro del Vaticano, feligresas y feligreses se congregan ansiosos para escuchar, con auténtica devoción, estas dos palabras pronunciadas por el cardenal protodiácono desde el balcón central de la Basílica. Mientras unos lloran de emoción, otros celebran ondeando sus banderas nacionales. Nunca he entendido lo de las banderas. Pero lo que de verdad me enerva, lo que de verdad enciende en mí un fuego más ardiente que el de “El Infierno” de Dante Alighieri, es que en pleno primer cuarto del siglo XXI, no haya el más mínimo debate, también entre los católicos, de por qué nunca hemos escuchado “Habemus Mamam”; o como quiera que se exprese en latín la elección de una mujer para ejercer las labores de Santo Padre. ¿Qué demonios nos pasa?
Me calzo las sandalias del diablo -que diría un buen amigo de mi padre y librepensador de aúpa que se marchó muy prontito-, alargo el dedo acusador y sentencio cual Torquemada: “la Iglesia es firmante del machismo en nuestra sociedad”. ¿Cómo puede ser que una institución que emana de las enseñanzas de Jesús -según cuenta el súper-ventas “Las Sagradas Escrituras”- , una persona admirable, otorgue un papel de ser inferior a la mujer? Uno anda opositando y cree que la igualdad es un concepto muy valorado por nuestra Carta Magna. Abro hilo: ¿podría ser la Iglesia una institución anticonstitucional por el trato discriminatorio que profesa hacia la mujer? ¿Por qué no se habla con contundencia de lo irracional que es carecer, como sociedad, de la posibilidad de tener una “Mama” por Papa?
Uno de los privilegios de los que goza la Iglesia es el de la educación concertada. En función de cómo actúe cada centro, los jóvenes pueden recibir unos valores irrespetuosos con la igualdad de género. No quiero hablar de los abusos a menores en el seno de la Iglesia. Sería mezclar temas. Sí puedo recomendarles el visionado de “Spotlight”, una película que trata con maestría los abusos a menores en Boston y cómo la Iglesia trató de taparlos. Además, es una oda a cómo debe hacerse el buen periodismo.
Yo tuve suerte. Les cuento: fui a un colegio de curas, soy ateo confeso y desde mi primera comunión no me confieso. El director del Colegio Obispo Perelló, de Madrid, telefoneó a mi mamá en septiembre de 1997: “Mercedes, el único niño que sabemos que no cree en dios, y que jamás creerá en su vida, es tu hijo”. “Lo tengo claro, pero el niño quiere hacerlo para seguir todo el año con sus compañeros y no quedarse solo cuando tengan la Catequesis”, respondió mi amá. En marzo me bauticé delante de mis compañeros y compañeras de curso en una celebración muy emotiva. Y en mayo recibí la hostia y el vino; la Nintendo 64 y el Fifa 98, también.
En mi colegio hacían una gran labor para crear una comunidad mixta. Desde el primer momento, los equipos de las competiciones deportivas entre clases eran mixtos. Creo que María y Ana son las centrales más duras a las que me he enfrentado en mi corta carrera futbolística. En el campamento que organizaba la parroquia del colegio, cada grupo tenía un monitor y una monitora, y estaba compuesto por diez chicos y diez chicas, un par por cada una de las edades permitidas.
Desde mi humilde opinión, creo que son cosas bien hechas. La Iglesia como institución es horrible, no se puede negar. Algunas de las mayores atrocidades de la historia se han cometido en su nombre. Aun así, muchas de las personas que forman parte de esa comunidad religiosa, hacen una buena labor. Tampoco puede negarse.
Quizá haya estado algo confuso hasta ahora, pero así es como lo siento. Practico un gran respeto por la fe y la libertad de creencia religiosa de las personas, pero entiendo que la religión (cualquiera de las existentes) debería impartirse siempre en un ámbito privado y nunca otorgarle la posibilidad de adoctrinar a parte de nuestra sociedad. No se le puede dar ese poder a un ente que discrimina a colectivos como el LGTBIQ+. ¡Qué más dará la orientación sexual de cada uno para poder creer en dios y ser aceptado por la totalidad de la institución! No puede tener poder quien no quiere dar poder a la mitad de la población mundial. No tiene ningún sentido.
Solo encuentro una explicación. La Iglesia no se plantea la posibilidad de una “Mama” porque, en el momento en el que la cardenala “Me Invento Nombre y Apellidos” fuera candidata al cargo, los medios de comunicación estarían todo el día con “la cardenala mamable”, como ahora son papables los cardenales. ¡Suena a herejía!. Es todo muy confuso pero tiene que ser algo de ese estilo. Les pido ayuda encarecidamente para encontrar una solución. ¿Es una locura, o es cuestión de fe?
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