La artista regresa esta noche al Auditorio Alfredo Kraus con un espectáculo que combina emoción, fuerza vocal y la autenticidad que ha marcado su carrera.
Por Redacción | RADIO LAS PALMAS
La escena se repite una y otra vez, en distintos idiomas y escenarios, pero siempre con el mismo impacto: Cristina Ramos comienza a cantar una pieza lírica, solemne, clásica… y de repente, la orquesta rompe, la guitarra eléctrica entra, y su voz se transforma en un vendaval rockero. Esa fusión ha sido su sello. Pero más allá del impacto escénico, lo que sostiene a Cristina es su coherencia personal, su apego al arte como forma de vida y su compromiso con la verdad emocional.
Con motivo de su actuación de este viernes 18 de julio en el Auditorio Alfredo Kraus, Cristina pasó por los micrófonos de El Rincón del Arte, el programa que dirige Rogelio García en EsRadio a través de Radio Las Palmas. Durante la entrevista, abrió su mundo interior con sinceridad y sin poses. Aquí, una conversación sobre el arte, el miedo, la raíz y la libertad.
De izquierda a derecha, participaron en la entrevista: Clodobaldo González, Rogelio García, Dulce María Facundo, Cristina Ramos e Iñigo Irigoyen."
Volver al origen
¿Qué significa para ti cantar en el Alfredo Kraus?
Volver al Kraus es regresar al origen. Es un lugar con alma, con historia, y para los que somos de aquí tiene un valor simbólico enorme. Es como si cada nota que cantas allí tuviera una resonancia más profunda. Este concierto no es solo parte de una gira, es una especie de homenaje a mi tierra y a todo lo que me ha formado.
¿Recuerdas tu primera vez en ese escenario?
Sí, perfectamente. Tenía los nervios a flor de piel. Era muy joven, y aunque ya tenía cierta formación, la sensación de estar allí, en ese espacio tan imponente, fue abrumadora. Pero también reveladora: me hizo sentir que era capaz de sostener algo grande.
¿En qué ha cambiado aquella Cristina desde entonces?
Mucho y nada. He aprendido muchas cosas técnicas, he vivido experiencias duras y hermosas, he cantado en escenarios de todo el mundo. Pero la raíz sigue siendo la misma: el deseo de comunicar, de emocionar, de no mentirme. En ese sentido, me siento igual de vulnerable y auténtica que entonces.
La mezcla como identidad
¿Cómo surge esa mezcla entre ópera y rock que se ha vuelto tu sello?
Fue muy espontánea. Vengo del canto lírico, pero crecí escuchando a Queen, Led Zeppelin, Pink Floyd… En un momento me di cuenta de que no tenía que elegir. Que podía abrazar ambas partes sin renunciar a ninguna. Esa decisión me liberó. Me permitió construir algo que no existía y que me representa por completo.
¿Te costó que la industria lo aceptara?
Muchísimo. Al principio no sabían dónde ubicarme. Me decían: “¿pero tú qué haces, ópera o rock?” Y yo respondía: “Hago música, punto”. Me dijeron que era arriesgado, que era difícil de vender. Pero sabía que tenía que ser fiel a mi instinto. Y el tiempo me dio la razón.
¿Cómo reacciona el público ante ese estilo tan singular?
Con sorpresa, primero. Luego con entusiasmo. Es muy bonito ver cómo personas de distintas edades y gustos se conectan desde lugares diferentes. La señora que viene por la ópera y se queda por el rock, o el chico que viene por el rock y se emociona con la lírica. La música es puente, y me encanta estar en medio de ese cruce.
Cantar desde la herida
Has dicho que cantar “explica tu vida”. ¿Qué querías decir con eso?
Que cantar me ordena. Me ayuda a entender cosas que me desbordan. A veces no sé qué me pasa, pero canto y todo se acomoda. No me ha salvado en el sentido literal, pero sí me ha permitido seguir. La música es mi refugio, mi espejo, mi manera de ponerle nombre a lo que siento.
¿Te ha dolido alguna vez subir al escenario?
Sí, muchas. Hay días en que estás emocionalmente rota y tienes que presentarte igual. Pero también creo que esos momentos son los más intensos artísticamente. Cuando cantas desde la herida, se abre algo muy poderoso. El público lo percibe. La vulnerabilidad no se puede fingir.
¿Sientes que en tu carrera has tenido que demostrar más por ser mujer?
Sí, y más aún por ser una mujer que no sigue moldes. He escuchado cosas que a un hombre no se le dirían nunca. Me han cuestionado por mi estética, por mi actitud, por ser “demasiado intensa”. Pero aprendí a no suavizarme para encajar. Ser fuerte no es un defecto. Es una necesidad.
Arte, futuro y libertad
¿Cómo entiendes el arte hoy en día?
Como una forma de resistencia. Vivimos en una época donde todo es rápido, superficial, opinable al segundo. El arte propone pausa, introspección, profundidad. No siempre es cómodo. Pero precisamente por eso es vital. Nos recuerda lo que somos cuando no estamos en automático.
¿Te consideras una artista política en ese sentido?
No desde la militancia partidista, pero sí desde la actitud. Creo que defender la autenticidad en un mundo que premia la copia es un acto político. Ser una mujer que no se disculpa por su voz ni por su presencia también lo es. En ese sentido, mi arte sí tiene una dimensión de lucha.
¿Qué proyectos tienes por delante?
Estoy grabando un nuevo álbum que explora sonidos distintos. Hay colaboraciones internacionales, sorpresas, y mucha emoción. También quiero volver a dar talleres, compartir lo que he aprendido con jóvenes artistas. Me ilusiona mucho todo lo que viene, pero también quiero disfrutar el presente. A veces nos olvidamos de que cada concierto puede ser el último. Y por eso, hay que vivirlo con todo.
¿Qué consejo le darías a una joven que siente que no encaja?
Que no intente encajar. Que escuche su voz interna. Que se atreva a ser distinta, a fallar, a insistir. El mundo necesita más autenticidad, no más copias. Ser diferente puede doler al principio, pero a la larga es lo único que vale la pena.
Con la intensidad que la caracteriza, Cristina Ramos compartió reflexiones sinceras sobre su trayectoria y el sentido de la música en su vida.
Cristina Ramos no canta para impresionar, sino para conectar. Su carrera ha sido un ejercicio constante de afirmación, de búsqueda de una voz propia en un mundo de etiquetas. Esta noche, su vuelta al Auditorio Alfredo Kraus no será solo un concierto. Será una declaración de principios, una celebración de lo auténtico y un testimonio de que, cuando se canta desde el alma, ninguna barrera es suficiente para detener la verdad.
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