Una mirada a su trayectoria personal, sus referentes y su visión del humor.
Por Redacción | RADIO LAS PALMAS
La periodista Marisol Ayala entrevistó a la humorista Delia Santana en el Club Natación Metropole de Las Palmas de Gran Canaria, una charla emitida en el programa Buenos Días a las 8 de Radio Las Palmas que dirige Dulce María Facundo. En un encuentro cercano y desenfadado, la artista repasó su trayectoria, sus influencias, su manera de crear humor y las reflexiones que extrae de su entorno más inmediato.
Vocación y orígenes
¿Por qué decidiste dedicarte al humor, siendo una profesión tan complicada?
Porque entrar en el mundo de la farándula es como vivir en el delirio, ya que estadísticamente sabes que muchas veces te vas a quedar a las puertas del éxito. Sin embargo, es algo que me nace de manera muy orgánica, porque desde niña he sido payasa y farandulera en todas partes. Aunque estudié audiovisuales intentando darle un aire de formalidad a mi vida, descubrí pronto que mi verdadera felicidad estaba en actuar y hacer reír. Con sus altos y bajos, esta profesión me hace sentir plena y no cambiaría ese vértigo por nada.
¿Qué papel tuvo tu familia en tu vocación?
Muchísimo, porque en casa siempre se respiró un ambiente artístico y burletero. Mi madre pasó tres décadas cantando en el coro de la Ópera de Gran Canaria, lo que me acercó desde pequeña al mundo de los escenarios. Y mi padre, que trabajaba en una tienda, desarrolló un carácter bromista y cercano con la gente que marcó nuestra vida familiar. Esa mezcla de disciplina artística y humor espontáneo terminó siendo un motor en mí, porque comprendí que la risa y la creatividad podían ser un camino vital.
Estilo y conexión
Tu humor suele ser muy personal. ¿Buscas humanizarlo para conectar con la gente?
Sí, porque me interesa que el público no vea solo a una actriz sobre el escenario, sino también a la persona que está detrás. Me inspiro en mi pareja, mis amigos, mis padres y la vida cotidiana. Eso crea empatía, aunque a veces también atraiga críticas o lo que ahora llaman “hate”. Creo que si eres capaz de mostrarte auténtica, logras que la gente se sienta parte de tu historia. Esa cercanía es lo que convierte cada actuación en algo único y distinto.
Muchos te reconocen por tus latiguillos, como el “o no” o el “vaya, vaya, vaya”. ¿Eres consciente de ello?
No siempre, porque muchas veces me lo tienen que señalar los demás. Por ejemplo, en una obra de teatro no me di cuenta hasta la cuarta función de que repetía constantemente un “vaya, vaya, vaya” que resultaba lo más gracioso del personaje. También en mis vídeos aparecía mucho el “o no” con mi alter ego Dácil Betancourt. Las muletillas se convierten en una seña de identidad y el público las recuerda con cariño, aunque para mí surgen de manera natural e involuntaria.
Proceso creativo
¿Cada cuánto tiempo renuevas tus monólogos?
Intento renovarlos cada año o año y medio porque me da miedo repetirme y convertirme en alguien que representa el mismo material durante diez años. Con todo, he comprobado que no todo el mundo ve las funciones y que siempre hay un público nuevo. Con Panza de burro hemos hecho más de treinta funciones y aún queda mucha gente por verla. Eso me demuestra que, aunque repita, siempre habrá espectadores que lleguen por primera vez y reciban el espectáculo como algo fresco.
¿Cómo preparas el estreno de un texto nuevo?
Lo cierto es que debería ensayar como en el teatro clásico, probando los monólogos con un grupo reducido de personas para recibir su reacción, pero no lo hago. Es un defecto porque tengo demasiada confianza en mi intuición. Me doy cuenta de lo que funciona y de lo que no directamente en el estreno. Aunque sea arriesgado, esa tensión también me motiva, porque siento que el público es el juez inmediato de mi trabajo y me obliga a estar despierta y flexible.
Influencias y referentes
¿Quiénes son tus referentes en el humor?
En Canarias siempre ha sido Antonia Sanjuán, que me parece una mujer versátil, con un humor callejero y directo, capaz de arrancar risas con una naturalidad impresionante. A nivel internacional crecí viendo Saturday Night Live, sobre todo a mujeres como Kristen Wiig, Maya Rudolph, Amy Poehler y Tina Fey, que marcaron mi adolescencia. Y en España siempre he admirado a Andreu Buenafuente, porque no solo es un gran humorista, sino un comunicador que trata a los invitados con un respeto admirable.
Sociedad y crítica
En la entrevista también hablaste del Club Metropole. ¿Qué te preocupa de esa realidad?
Creo que hubo un tiempo en que la gestión fue muy deficiente y se instaló una mentalidad elitista en parte de sus socios. Algunos se molestaban por la democratización de las instalaciones, llegando incluso a hacer comentarios clasistas o discriminatorios. Para mí es un error pensar que un club debe ser excluyente. La sociedad cambia, y aferrarse a privilegios antiguos solo genera tensiones. Yo defiendo la idea de que los espacios compartidos deben ser para todos, porque la diversidad enriquece.
¿Qué relación tienes con la política?
La verdad es que rara vez me preguntan directamente sobre política, porque los periodistas suelen mantener cierta prudencia con esas cuestiones. Creo que mi manera de ver el mundo se intuye en mis palabras y en mis actuaciones, aunque no lo explicite. El humor también tiene un papel crítico y a veces incomoda. Prefiero ir dejando esas señales en mi trabajo, sin necesidad de proclamarme en un sentido concreto. Mi apuesta siempre es por la libertad y la igualdad, y eso se percibe.
La entrevista de la periodista Marisol Ayala con Delia Santana mostró a una humorista que no solo se ríe de sí misma, sino que entiende el humor como un puente hacia los demás. Entre recuerdos familiares, influencias artísticas y reflexiones sociales, Santana reveló que su carrera está hecha de autenticidad, riesgos y cercanía. Desde los escenarios de Canarias hasta su admiración por figuras internacionales, construye un camino propio sin perder el contacto con su gente ni con la realidad que observa. Como ella misma dice, lo importante es ir «al golpito», paso a paso, porque en ese andar sin prisas radica la solidez de su arte.
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