Un problema social creciente que exige acción firme y coordinación entre familia, escuela y administraciones.
Por Redacción | RADIO LAS PALMAS
La violencia entre menores y sus efectos devastadores sobre la infancia centraron el análisis realizado por Pablo Duchement, perito judicial informático y especialista en delitos contra menores, y por la psicóloga Mónica Miranda en el programa DCultura y Salud que dirige el doctor y comunicador Juan Carlos Jiménez en Radio Las Palmas. La conversación dejó al descubierto la dimensión real del acoso escolar, su impacto en la salud mental y las carencias en la aplicación de los protocolos educativos. Ambos expertos coincidieron en la gravedad del fenómeno y en la urgencia de actuar con mayor determinación.

Mónica Miranda, experta en psicología infantil y de la adolescencia; Juan Carlos Jiménez, director de «DCultura y Salud»; y Pablo Duchement, profesor, escritor, perito judicial y especialista en delitos por y contra menores en entornos digitales.
El problema que crece
El bullying sigue siendo una de las formas de violencia más extendidas en el ámbito escolar. Según explicó Pablo Duchement, no todo conflicto entre menores puede considerarse acoso, pero cuando concurren maltrato entre iguales, desequilibrio de poder, reparto asimétrico de responsabilidad y repetición en el tiempo, la situación adquiere la categoría de acoso escolar. El especialista alertó sobre la gravedad oculta tras los datos y sobre la lectura que debe hacerse de ellos.
«No hay que estudiar cuántas víctimas de acoso pensaron en quitarse la vida, sino cuántos menores que se quitaron la vida habían sufrido acoso escolar»
Duchement, autor del libro Te espero a la salida, recordó que la Asociación Americana de Pediatras sitúa en un 78% el porcentaje de menores que, tras un suicidio consumado, habían padecido acoso escolar. El dato revela una relación estrecha entre violencia en el entorno educativo e ideación suicida.
Señales que no deben ignorarse
Mónica Miranda detalló los efectos psicológicos que experimentan niños y adolescentes sometidos a acoso continuado. La pérdida de seguridad, el deterioro del sentido de pertenencia y el daño a la autoestima son los primeros síntomas. A ellos se suman reacciones fisiológicas y conductuales que deben activar la atención familiar y profesional.
La psicóloga insistió en la importancia de crear espacios de diálogo en casa, validar las emociones del menor y evitar frases que minimicen lo ocurrido. Aconsejó reforzar fortalezas, trabajar la regulación emocional y fomentar redes de apoyo fuera del aula como parte del proceso de recuperación.
«Si un niño empieza a mostrar irritabilidad, insomnio o apagamiento, no debemos ignorarlo. Puede ser una señal de alerta»
Miranda recordó que muchos menores ocultan lo que viven por temor, vergüenza o culpa, lo que obliga a una observación más constante y sensible.
Fallos del sistema
Los expertos coincidieron en que los protocolos escolares son correctos en su diseño, pero fallan en su ejecución. Canarias cuenta con una normativa sólida, aunque la aplicación real se ve limitada por falta de formación docente, escasez de recursos y carga excesiva para los coordinadores de bienestar que gestionan los casos.
Duchement subrayó que la figura del coordinador de bienestar y protección carece de reconocimiento, remuneración adecuada y tiempo real para atender los casos. Explicó que un solo expediente puede requerir hasta diez horas de trabajo y que los centros solo asignan tres horas semanales a esta función, lo que impide dar respuesta eficaz.
El perito insistió en que la falta de formación universitaria en prevención y gestión del acoso convierte al profesorado en un colectivo vulnerable ante situaciones complejas para las que no se les ha preparado.
El bullying no es un suceso aislado, sino un fenómeno social que atraviesa familias, comunidades educativas y estructuras administrativas. El análisis ofrecido en DCultura y Salud deja claro que la detección temprana, la intervención coordinada y la responsabilidad compartida son claves para frenar una realidad que marca vidas enteras. La sociedad dispone de herramientas, pero aún no las utiliza con la urgencia que demandan los menores que sufren cada día la herida invisible del acoso.
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