• Cuando te acostumbras a no pensar por ti mismo.

    Y dejamos de confiar en nuestro criterio sin darnos cuenta.

     

    Al principio no te das cuenta. No hay un momento exacto en el que algo se rompe. Simplemente ocurre. Un día propones una idea y no es bien recibida. Otro día opinas y te dicen que no compliques las cosas. Poco a poco aprendes que es más fácil callar, adaptarte y hacer lo que se espera de ti. Y sin darte cuenta, empiezas a encogerte.

    Esto no solo pasa en el trabajo. Pasa en familias, en parejas, en grupos de amigos, en entornos donde alguien asume el papel de “el que decide” y los demás aprenden a obedecer para evitar conflictos. Adultos tratados como si no fueran capaces de pensar por sí mismos.

    Al principio, incluso se agradece. Alguien decide por ti. Alguien marca el camino. Alguien te dice qué es lo correcto. Da tranquilidad. Reduce la responsabilidad. Pero con el tiempo ocurre algo silencioso: dejas de escucharte. Dejas de confiar en tu criterio. Empiezas a pedir permiso, incluso cuando no hace falta.

    Muchas personas llegan a consulta diciendo que están cansadas, apagadas, desmotivadas. No saben muy bien por qué. No ha pasado nada grave. Simplemente sienten que ya no son quienes eran. Cuando rascas un poco, aparece siempre el mismo patrón: han dejado de ocupar su espacio.

    La infantilización no es que alguien te grite o te controle abiertamente. Es más sutil. Es cuando tus opiniones no cuentan. Cuando tus decisiones se cuestionan constantemente. Cuando acabas pensando que es mejor no complicarse, no proponer, no destacar. Cuando te adaptas tanto que te pierdes.

    Esto ocurre mucho en relaciones desequilibradas, donde uno lidera y el otro se acomoda. En familias donde siempre hay alguien que “sabe más”. En entornos donde el amor se confunde con protección excesiva. Poco a poco, la persona deja de tomar decisiones propias y empieza a vivir en modo automático.

    El problema es que nadie puede vivir mucho tiempo así sin pagar un precio. Ese precio suele ser la frustración, la apatía, la sensación de vacío o la rabia contenida. Porque aunque te hayas acostumbrado a no pensar, por dentro sigues siendo una persona adulta, con criterio, con deseos y con capacidad.

    Recuperar ese espacio no es fácil. Da miedo volver a opinar, a decir no, a proponer algo distinto. Da miedo incomodar. Pero también es el único camino para volver a sentirte vivo. Pensar por ti mismo no es rebelarte, es responsabilizarte de tu vida.

    Si al leer esto te has reconocido en alguna escena, no te juzgues. La adaptación es una forma de supervivencia. Pero quizá ha llegado el momento de hacerte una pregunta sencilla y poderosa: ¿en qué momento dejé de confiar en mi criterio?

    A veces, volver a pensar por uno mismo empieza con algo pequeño. Una opinión expresada. Una decisión tomada. Un límite puesto. Y en ese proceso, contar con alguien que te acompañe, que te ayude a recuperar tu voz y tu lugar, puede marcar la diferencia.

    Porque no has perdido tu capacidad.
    Solo la has tenido en pausa demasiado tiempo.

    Carlos Jiménez

    Consultor y Formador en Liderazgo y Desarrollo de Equipos, y Talento


Otros artículos de Carlos Jiménez

Carlos Jiménez

Formador y consultor especializado en el desarrollo del Liderazgo y Trabajo en Equipo. Casi 40 años de trayectoria acompañando a personas y organizaciones en procesos de cambio profundo y sostenible. He fundado y liderado más de 30 proyectos en ámbitos empresariales, sociales y deportivos, y he acompañado a más de 500 iniciativas como mentor, consultor y formador, siempre con el propósito de generar impacto real y cambios transformadores.
Autor de seis libros sobre Liderazgo y Trabajo en Equipo y comunicador con más de 20 años de trayectoria en radio.
https://www.linkedin.com/in/carlos-jimenez-cabrera/

En directo